07 octubre 2009

El Asesinato de Jhon Lennon


"Yo no tengo miedo de vivir en Nueva York. A mí nunca me han atacado, nunca me han molestado. Lo único que me pasa es que, de vez en cuando, alguien me detiene en la calle para pedirme un autógrafo. Y eso para mí no es molestia. Al contrario, me hace sentir bien..."
John Lennon durante una entrevista en la BBC (1980)

Las biografías de los ídolos populares suelen ir desde la hagiografía lacrimosa hasta el asesinato ritual, del panegírico a la defenestración. John Lennon, ídolo entre ídolos, no ha sido ajeno a esta forma de montaña rusa mediática. Después de muerto y enterrado, el famoso Beatle sigue dando de qué hablar.

Hay vidas que se niegan a quedarse quietas y que, por eso, complican la vida de quienes las narran. Hay personas que siempre salen fuera de foco en fotos movidas. Hay historias que nunca dejan de escribirse y hay muertos que nunca se enfrían y que, eso sí, hablan. Hay música que nunca deja de parecer nueva por más que haya pasado tanto tiempo. Hubo, hay, habrá alguien llamado John Lennon que es un “Hombre de ninguna parte”, ciudadano de todo el universo. John Lennon como uno de los posterman más eficaces a la hora de decorar la pared del inconsciente colectivo, donde cada vez hay menos lugar. Se puede dar una nueva mano de pintura y cambiar la foto de la chica en la mesita de noche, pero el póster permanece desde hace décadas y todo parece indicar que tiene para un rato largo.



La inmortalidad de John Lennon ya era un hecho durante su vida, y su muerte (el primer magnicidio rock en un territorio de suicidas) acabó de elevarlo al vértigo de alturas que sólo conocen los santos. Aun así, toda luminosa celebración apenas esconde la sombra de una condena. Los gritos —yeah, yeah, yeah— nunca alcanzaron a esconder del todo los susurros de un secreto. John Lennon se sigue negando a descansar en paz y, con los años, siempre aparece alguien dispuesto a contar una nueva versión de la misma historia porque son —somos— cada vez más los que quieren oír los versos perdidos de esa canción, los días escondidos de esa vida donde todo lo que se necesitaba era amor, pero el dinero no alcanzaba para comprarlo.

Para los supersticiosos satánicos, 1966 es uno de los ocho Años de la Bestia (junto con 1666, 1669, 1696, 1699, 1969, 1996 y 1999), ya que encierra el Número del Diablo (666) de una u otra manera, ya fuese al derecho como 6 o invertido como 9. Ese año se dan los primeros pasos que llevan a los integrantes del Cuarteto de Liverpool a la tragedia, el escándalo y la muerte.

1966 depara tres escándalos en su carrera: primero, en marzo, John Lennon declara a un periódico que los Beatles son “más populares que Jesucristo”, lo que motiva repulsa entre los fans estadounidenses y arranca la serie de eventos que terminan frente al Edificio Dakota en diciembre de 1980.

Luego, el 15 de junio, aparece en Estados Unidos el álbum Yesterday and today. Lo inusual es que, en la portada, los Beatles aparecen ataviados con batas de carnicero, mientras sostienen en las manos y sobre sus piernas trozos de carne cruda y muñecas despedazadas llenas de salsa de tomate que simula sangre. La serie de fotografías, donde las cabezas de los muñecos semejan cadáveres de niños, es tomada por Roger Whittaker, basado en una idea de Lennon. Brian Epstein se opone, pero ellos no le hacen caso. La portada aparece primero en el diario musical británico Disc y luego se lanza en Estados Unidos, donde inmediatamente es considerada “de mal gusto” y “asquerosa”, viéndose Discos Capitol obligada a retirarla del mercado y sustituirla. Molesto al extremo con el cambio, John declara que el tema de la censura estadounidense a dicha portada es “tan importante como Vietnam”.

La censurada "Portada del carnicero"

Finalmente, el 3 de julio los Beatles llegan a Filipinas, donde 50,000 fanáticos bloquean la entrada a Manila para verlos. Al otro día, tocan ante 100,000 fanáticos en el Araneta Coliseum. Sin embargo, rechazan una invitación de Imelda Marcos a desayunar, lo que provoca que el aparato represor estatal se movilice. La esposa del presidente Ferdinando Marcos aparece en los medios de comunicación llorando por la “ofensa” hecha por el Cuarteto y las tropas los sacan de su hotel, los llevan al aeropuerto y allí los retienen por horas en un avión. Brian Epstein y otros creen que los soldados los asesinarán, pero finalmente pueden salir del país.

El 8 de noviembre, John Lennon conoce a Yoko Ono en una exposición. La cuenta regresiva está en marcha. Y al otro día, el 9 de noviembre, ocurre un suceso que años después se convierte en parte de una de las más surrealistas historias del grupo: la supuesta muerte de Paul McCartney.

Mark David Chapman es un obeso chico nacido en Texas. Su madre, maltratada por su padre, a veces corre desnuda por la casa pidiéndole a su hijo que la ayude. Sus compañeros de escuela lo conocen como “Mark, el freak”. Chapman tiene una fantasía recurrente: que su vida es controlada por unos enanitos que viven en su habitación. Chapman termina por convertirse en cristiano renacido y se enrola en la YMCA. Toda su niñez y parte de su adolescencia padece de depresiones severas. De niño, compara a John Lennon con Jesús.

El 4 de marzo de 1966, con catorce años de anticipación, sin saberlo, John Lennon firma su sentencia de muerte. En el periódico The Evening Saturday, se publica una entrevista realizada por la periodista Maureen Cleave, donde John declara: “El cristianismo se irá, se desvanecerá y se hará más pequeño. No necesito discutirlo. Estoy en lo correcto y lo probaré. Los Beatles somos más populares que Jesucristo en este momento”.

La inofensiva declaración es reproducida meses después, el 31 de julio, en la revista estadounidense Datebook, lo que motiva la oposición a los Beatles en Estados Unidos (sobre todo en California). El Ku Klux Klan amenaza con realizar atentados si los Beatles se presentan, y miles de jóvenes se histerizan porque “Jesús murió por ti, John Lennon”. Se convoca a los jóvenes a asistir a las “Fogatas Beatle”, donde se queman discos, fotografías y recortes en inmensas piras. La mayor movilización se da en Birmingham, Alabama.

En los días siguientes, docenas de estaciones radiales dejan de transmitir canciones del grupo. La situación empeora cuando el grupo se niega a tocar en Sudáfrica como oposición al apartheid que excluye a los negros de sus conciertos; esta vez, Sudáfrica se une a la protesta estadounidense contra ellos y también dejan de tocar su música en las estaciones radiales. Filipinas hace otro tanto a causa del odio que Imelda Marcos les guarda. En España, Franco ordena que se haga lo mismo.

En agosto, realizan una gira a Estados Unidos. El 19, en el concierto del Memphis Coliseum, el Ku Klux Klan intenta detener el concierto; hay una explosión en el vestíbulo, y Lennon se arroja al suelo pensando que le están disparando. Un clerigo de Cleveland declara que correrá de su iglesia a cualquiera que esté de acuerdo con las declaraciones de John o vaya a uno de sus conciertos.

Al final, el Vaticano, que al inicio había expresado su condena, termina por darle la razón: Il Observatore Romano publica que “hay algo de verdad en su declaración de que la fuerte influencia del cristianismo sobre la raza humana se ha debilitado”. El 29 de agosto, por estas y otras presiones, los Beatles dan el que será su último concierto ante una audiencia con boleto pagado, en el Candlestick Park de San Francisco.

Finalmente, un perplejo John Lennon pide disculpas públicamente sin saber que, en un campamento cristiano de Atlanta, Georgia, un niño de once años llamado Mark David Chapman empieza a albergar rencor hacia él por estas declaraciones y ha decidido vengarse de su ex ídolo por su ofensa a Cristo. Chapman le dice a un amigo tras el escándalo desatado por Lennon: “¿Quiénes son ellos para compararse con Jesús?”. Tiempo después, tomará su guitarra y cantará ante sus compañeros del YMCA: “Imagina a John Lennon muerto”. De esa forma, aquel comentario inocente es el primer eslabón de una cadena de eventos que culminarán con el asesinato de Lennon catorce años después.





El Federal Bureau of Investigation (FBI), hizo públicos en el año 2000 unos informes en los que reveló que Lennon apoyó desde 1972 al Irish Republic Army, más conocido como IRA, el Ejército Republicano Irlandés, enviando aportaciones económicas a personas y organizaciones civiles cercanas al movimiento de liberación de Irlanda del Norte.

Sin entrar a valorar la fiabilidad de la información (no hay que olvidar que la misma agencia mantuvo ocultos informes que relacionaban a ese departamento con el asesinato de John F. Kennedy, que J. Edgar Hoover fue un paranoico con delirio de persecución y que la lista negra de gente “sospechosa” incluyó prácticamente a toda figura pública del mundo), la pregunta que surge de inmediato es por qué salieron a la luz dichas denuncias el año en que se conmemoró el vigésimo aniversario de su muerte (en 2000), y mientras las conversaciones en el proceso de paz de Irlanda del Norte atravesaban un impasse inquietante. ¿Acaso quería el FBI que la imagen de John Lennon se distorsionara ante sus fans de tal forma que el ídolo pasara de ser héroe a villano? ¿Quién o quienes estaban interesados en meterlo en la cloaca de la sospecha terrorista casi un año antes del fatídico once de septiembre de 2001, en Nueva York?

Las teorías sobre el asesinato de John Lennon jamás merecieron una investigación a fondo. Ni siquiera su viuda, Yoko Ono, quiso gastar un sólo dólar en una labor que sabía de antemano iba a ser torpedeada desde instancias inalcanzables para ella. Habría de esperar a que Oliver Stone obtuviera el permiso correspondiente para abrir la caja de Pandora que se oculta en todos los despachos del FBI, y comenzara el rodaje de JWL (John Winston Lennon), donde demostrara, como en la cinta JFK, que el magnicidio de Nueva York no fue obra de un psicópata americano. Esa película nunca llegó a terminarse.

Desde que eran Beatles, tanto John como el flamante Sir Paul McCartney no ocultaron su simpatía por los movimientos de liberación del territorio de Irlanda del Norte, pero de ahí a afirmar que financiaban los actos terroristas del IRA hay un enorme abismo. Tal vez al FBI no le convenga recordar que en 1916 el gobierno británico condenó a muerte a Eamon de Valera, posteriormente primer ministro de Irlanda hasta 1959 y Presidente de la República ese mismo año, o que actores y directores como John Wayne, Maureen O'Hara o John Ford (todos de ascendencia irlandesa), simpatizaban abiertamente con el Sinn Feinn y aportaban para la causa republicana miles de dólares. Pero, naturalmente, esos buenos ciudadanos no debían ser investigados.

El FBI controló ampliamente las actividades de Lennon durante su estancia en Nueva York, con el fin de reunir pruebas para lograr su deportación. Las pruebas de esta intensa vigilancia las consiguió el historiador Jon Wiener, quien en su libro Dime la verdad muestra algunos de los documentos que durante más de dos decenios formaron parte del expediente sobre Lennon. En 1972 y por espacio de más de un año, la agencia gubernamental recopiló abundante información sobre las actividades del cantante y compositor, con el objetivo de deportarle y así "neutralizar" a una figura de la música a quien consideraba una amenaza. Wiener consiguió los documentos dos décadas después de solicitarlos al FBI, que argumentó que el material era confidencial porque afectaba a la seguridad nacional. Entre otros documentos, Wiener consiguió un mensaje del entonces director del FBI, J. Edgar Hoover, en el que éste alega que el caso Lennon "debe ser manejado de una forma rápida y por agentes con experiencia". Otro documento advierte que Lennon se estaba uniendo a grupos "que siguen la línea comunista china".

En otra carta enviada por la oficina del FBI en Nueva York a Hoover, se explica que la policía neoyorquina "está al tanto del uso de narcóticos por el músico y trata de reunir suficiente información para detenerle, y también a su esposa". Wiener logró también una copia de un pasquín impreso por el FBI para solicitar la búsqueda y captura de Lennon, en el que sin embargo no aparece su imagen sino la de un músico amigo, David Peel. Los documentos muestran con claridad que el FBI consideraba a Lennon una figura poderosa de la música que trataba de evitar la reelección de Richard Nixon para lograr con ello el fin de la guerra de Vietnam. Según Wiener, gran parte del material revela la aparente ignorancia de la agencia gubernamental sobre la cultura popular y explica que el intenso acoso de los agentes del FBI llegó a causar profundos trastornos emocionales al ex Beatle.





Lennon consideraba que todo esto era ridículo, que no podía ser verdad que estuviese sucediendo, que debía ser una paranoia suya, porque no era una figura suficientemente importante como para provocar todo eso". En uno de los reportes de 1972 más ridículos, durante el apogeo del movimiento antibélico en Nueva York, se detallaba la existencia de una amiga de Lennon, llamada Linda, que tenía un loro. Este, cada vez que la conversación que se llevaba en el apartamento se acaloraba políticamente, gritaba "¡Sigue!". La información fue entregada por un agente encubierto encargado de espiar a los amigos del músico. El FBI clasificó la historia del loro como "Confidencial", y se rehusó a hacerla pública durante 25 años.

Documento del FBI sobre John Lennon



Los años han ido poniendo las cosas en su lugar. Los Beatles siguen siendo los más grandes, pero Lennon ya no es el indiscutible más grande de los Beatles. La objetiva y verosímil autobiografía de Paul McCartney Hace muchos años… y especialmente Revolución en la cabeza: los discos de los Beatles y los sesenta de Ian MacDonald (uno de los mejores beatlebooks, junto con la Antología que ellos mismos elaboraron) han probado, con amplia evidencia, que McCartney fue el auténtico vanguardista sónico e impulsor de la banda durante los años en que Lennon se limitaba a ingerir ácido lisérgico como si se tratase de caramelos y, de tanto en tanto, a componer sin moverse odas magistrales sobre el viaje, tituladas "Day tripper", "I'm the walrus", "Strawberry Fields forever", hasta encontrarse con Yoko Ono, descubrir la heroína y, luego de que los Beatles inventaran todo lo que había para inventar, provocar la crisis que determinó la última de las invenciones posibles, el postrer gesto artístico original y tantas veces imitado desde entonces: la separación de un grupo de rock como una de las Bellas Artes.

Por el camino, varios paisajes dignos de ser contemplados: la armonía McCartney en contraposición con el caos Lennon, violines versus feedback, yin contra yang y el cenit artístico à deux en una canción titulada "A day in the life".

Después, Lennon se convierte en una especie de Hombre Performance que se mete dentro de camas y dentro de bolsas, protesta contra la guerra acostado en un hotel de cinco estrellas mientras debate con figuras públicas que van a visitarlo para apoyarlo o abuchearlo, se fotografía desnudo con su nueva novia para la tapa de un disco de ruidos, filma su propio pene, interpreta "The ballad of John and Yoko" contándonos su boda y, para cuando se sube a los techos de Abbey Road para volver a cantar con ganas junto a sus amigos, ya es demasiado tarde para regresar a “La Caverna”. The end.

Lennon graba “How do you sleep” en 1971, donde se desquita de Paul y lo acusa de solamente haber creado la canción “Yesterday”. John Lennon Plastic Ono Band (álbum basado en las enseñanzas gritonas de Arthur Janov), el cual se adelanta al punk e inaugura el concepto del rock confesional y solipsista con canciones como "God", "Look at me", "I found out" y "Mother"; ofrece a la humanidad el bonito y sospechoso himno "Imagine", donde un multimillonario canta aquello de "imagina si no hubiese propiedades" y varios jingles pacifistas en los que se consagra como Salvador del Planeta para no tener que salvarse a sí mismo; se escapa de casa en 1973 y escupe Walls and bridges (otra maltrecha obra maestra de la autoflagelación) y vuelve a Onolandia más desubicado aún.

Para 1973, se da “el fin de semana perdido” (“the lost weekend”), donde John se dedica a embrutecerse a través del alcohol, la droga y el sexo en compañía de Elton John, Harry Nilson, David Bowie, Keith Moon y Ringo Starr.

En seguida, Yoko Ono queda embarazada, nace Sean, y Lennon desaparece (según la versión oficial) para ejercer de padre perfecto. De 1975 a 1980 son los años perdidos (o casi) en la vida de Lennon. "Watching the wheels" (la mejor y más reveladora canción de su álbum retorno en 1980) habla sobre esta decisión privada y la mirada desaprobadora de los de afuera. "La gente me dice que estoy loco por hacer lo que estoy haciendo", cantaba Lennon al principio de la canción. Según lo que descubrió el investigador Robert Rosen, la gente tenía razón. Lennon era Jekyll y Hyde al mismo tiempo. Lennon era el más sobrio de los borrachos. Lennon estaba loco.

Mientras tanto, aquel niño obeso y resentido, fanático y cristiano, que responde al nombre de Mark David Chapman, se ha convertido en guardia de seguridad en Atlanta. Ha sido pareja de una chica llamada Jessica, ferviente cristiana que termina por rechazar su propuesta de matrimonio. Termina casándose con Gloria Abe. Un día de 1977, Chapman toma sus ahorros y se marcha a Honolulu. Pasa allí cuatro semanas llevando una vida de rey. Ha decidido suicidarse cuando se le termine el dinero. Pero una revelación divina se lo impide; le telefonea a su esposa a Estados Unidos, le cuenta sus planes y le dice que su amor “lo ha salvado”. Al otro día, se mete en su auto, conecta una manguera al tubo de escape e intenta matarse. Pero la manguera se derrite y un hombre lo rescata aún con vida. Al recuperarse, Chapman decide, por propia voluntad, internarse en el ala psiquiátrica del Castle Memorial Hospital, en Kahlúa. Pasa allí un tiempo y finalmente es dado de alta, sólo para solicitar trabajo como ayudante y ocuparse de atender a muchos de los enfermos. Jessica decide abandonarlo. Pero en Honolulu, conoce a Gloria Abe, quien será su segunda esposa. El parecido físico entre Gloria y Yoko Ono es notable.

Mark David Chapman resando:





Chapman busca varios empleos y termina de voluntario en el Castle Hospital. Finalmente, queda desempleado y dedica sus días a beber cerveza y leer en la biblioteca pública, buscando respuestas. Es allí donde, una tarde, descubre dos libros que cambian su vida para siempre: la novela El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, la cual ya había leído en su adolescencia y lo había marcado, y John Lennon. Un día a la vez, de Anthony Fawcett, donde el ex Beatle queda desmitificado ante los ojos de Chapman, quien revive entonces su viejo rencor.

Entre tanto, la obsesión de Mark David Chapman con Lennon aumenta. Un día, mientras mira la contraportada del disco Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band, toma la decisión. Años después le diría a su biógrafo, Jack Jones, con quien grabó más de doscientas horas de entrevistas: “Me di cuenta de que yo no había triunfado, pero él sí, y sentí que se había vendido. Lo quería a él porque yo no podía soportar más ser un Don Nadie. Me estaba ahogando, me estaba sofocando en esa condición”.

Hay que pensar en el libro de Robert Rosen, Hombre de ninguna parte. Los días finales de John Lennon, como otro clavo en un ataúd que se niega a ser enterrado. Leerlo con precaución del mismo modo que en su momento (en 1984) se leyó con morbosa incredulidad Las vidas de John Lennon, biografía feroz de Albert Goldman donde se contaba que el héroe de la clase trabajadora era un psicópata con tendencias mesiánicas, prisionero de una japonesa loca obsesionada por el dinero y por un amante (que después de décadas como viuda profesional aún mantenía), mientras el ex Beatle pasaba el día dedicado a la contemplación de la nada, se defecaba encima, le rompía el brazo a un amiguito de su hijo sin darse cuenta y le pagaba a los padres un millón de dólares para que no dijeran nada.

No fue fácil, y no fue fácil para Goldman, quien ya había realizado el mismo proceso de desmitificación con Elvis Presley, mito nacional de los estadounidenses. Goldman cayó en desgracia luego de sus revelaciones sobre el mito mundial Beatle, sufrió la persecución casi macartysta de la revista Rolling Stone y cayó en el más profundo descrédito, por más que todos y cada uno de los testimonios de su libro aparecían perfectamente respaldados por nombres y apellidos. Antes de Goldman, las vidas de Lennon ya eran muchas, pero eran más o menos la misma.





Varios días en la vida de John Lennon. Días oscuros como noches. De eso trata Hombre de ninguna parte..., el libro de Rosen. De eso trataban, también, Los días de Dakota de John Reed (tarotista de Lennon durante los últimos años de su vida) y Amado John de May Pang, novia de John Lennon durante su largo "fin de semana perdido" a mediados de los setenta, lejos de Yoko Ono en Los Ángeles y cerca de juerguistas etílicos como Harry Nilsson, Elton John y Keith Moon.

Memorias de empleados y amantes. La diferencia atendible está en que lo que se cuenta en Hombre de ninguna parte..., supuestamente fue contado por el propio Lennon a partir de entradas y salidas de sus diarios privados. Y digo supuestamente, porque la historia de este libro es definitivamente lennoniana en su ritmo demencial, parecido al de aquellas películas del Cuarteto de Liverpool dirigidas por Richard Lester.

Veamos, oigamos: Robert Rosen es un periodista neoyorquino de buen nombre, estudiante de Joseph "Catch 22" Heller y ganador de un pequeño pero reputado premio de poesía. Rosen conoce a Fred Seaman en 1979. Seaman es uno de los empleados de confianza de los Lennon. Asistente personal de John, quien ya en su primer día de trabajo le propone que trabajen juntos en un libro. Seaman también conduce (y choca) el Mercedes Benz del ex Beatle y se encarga de ir a comprarle droga. Seaman le dice a Rosen que Lennon "era un tipo completamente disfuncional que se pasaba todo el día hablando sobre Jesucristo". Seaman acompaña a Lennon a Las Bermudas en junio de 1980 y allí le pide, apostólicamente, que "si algo llegara a ocurrirme, tú serás el encargado de contar la verdad". La verdad aparece anotada en las muchas páginas de varios cuadernos marca The New Yorker. Seaman los lee sin poder creer lo que allí se cuenta.

El día del asesinato de Lennon, Seaman entrega los diarios a Rosen, quien también los lee horrorizado y fascinado. Tarda más de cinco meses en leerlos, decodificarlos, transcribirlos. Aprovechando un viaje de Rosen a Jamaica, Seaman entra en su departamento, recupera los diarios y se los entrega a Yoko Ono como ofrenda de paz de un discípulo arrepentido por haber traicionado el mito de su Mesías. Rosen decide (luego de pasar dieciséis horas al día leyendo a Lennon) escribir de memoria todo lo que recuerda. Recuerda mucho. Rosen (convencido de que tiene en sus manos y en su cabeza "lo más parecido a un Watergate rockero" va a ofrecerle el material a Jan Wenner, director de Rolling Stone y autor de "Lennon Remembers", legendaria entrevista con el reciente ex Beatle durante la grabación de John Lennon Plastic Ono Band. Wenner le advierte a Rosen que "lo único que podía hacer para salvar mi karma era contarle todo a Yoko".

Rosen no se lo cuenta, Wenner sí y una mañana los guardaespaldas de la japonesa abordan a Rosen y le dicen que su patrona quiere hablarle. Yoko ofrece dinero, Rosen acepta y Seaman termina en la cárcel acusado de robo. No es una linda historia y, ahora, los motivos de Rosen para publicar Hombre de ninguna parte... no son, digamos, encomiables. Yoko Ono tiene los originales, Rosen (por cuestiones legales) se ve obligado a precisar una y otra vez, todas las veces que sean necesarias, que su libro no son los diarios de John Lennon sino "mis recuerdos de la lectura de los diarios de Lennon como mapa de carreteras para llegar a la verdad". Así son las cosas. Tómenlo o déjenlo. Ya lo dije antes: no es una linda historia.

Hay dos maneras de desaparecer, de querer estar solo. La ordenada y lúcida manera en que desapareció Greta Garbo y el alucinado y apocalíptico modo en que desapareció Howard Hughes. Según Rosen en Hombre de ninguna parte..., la desaparición de Lennon tuvo más que ver con la del millonario que con la de la actriz.

En 1975, Lennon pasa el día pensando en suicidarse y en no suicidarse ("Karma instantáneo" mientras que Yoko Ono, en los bordes de la menopausia, vive ingiriendo píldoras hormonales y cremas a base de placenta para intentar mantenerse joven. Yoko Ono se encarga de los negocios basada en la numerología. John Lennon escribe en sus diarios. Y fuma la mejor y más poderosa hierba. Y mira el televisor con el volumen bajo. Y se pregunta cómo volver a ser el que alguna vez fue mientras (al enterarse de que McCartney fue detenido en Japón por intentar pasar marihuana en sus valijas durante una gira) enciende plegarias de gratitud que más tarde apaga, desilusionado, al averiguar que su alguna vez hermano de sangre pasó apenas diez días en la cárcel. Yoko Ono (rodeada de antiguos artefactos egipcios) le dice que Paul fue a la cárcel por una maldición que ella le lanzó, y Lennon le coge miedo y sigue fumando y escribiendo en sus diarios lo poco que le pasa en la vida y lo mucho que le pasa por la cabeza. John Lennon como una suerte de Marcel Proust ahumado. It's a wonderful life.





Se levanta (sin necesidad de despertador) todos los días a las cuatro de la madrugada y se sienta junto a la ventana a ver el amanecer sobre Central Park. Entonces decide cuál será su estado de ánimo para ese día, que siempre encaja en una de estas tres categorías: up, ok, down. Yoko se despierta antes y ya está hablando con Japón y Europa por teléfono, haciendo negocios según lo que le indica Charlie Swan (alias "El Oráculo" u "O" mientras le tira el Tarot. “El Oráculo” es apenas uno de los miembros de la corte del rey Lennon y la reina Ono.

El departamento del Dakota (ubicado en 1 West 72 Street, la dirección oficial de Lennon), siempre está lleno de gente desconocida. Fans que son contratados para no hacer nada, un empleado "especialista en ir a comprar sushi y sashimi", otros que se la pasan robando desde objetos valiosos a dibujitos en servilletas de papel del ex Beatle y corriendo a venderlos lo más rápido posible. Yoko más tarde enviará a las mismas personas a comprar esos objetos a precios exorbitantes. La rueda gira. En el Dakota, los Lennon cuentan con un gran departamento donde viven otros dos fans dedicados exclusivamente a almacenar desde guitarras eléctricas hasta momias egipcias en los dos sótanos de los Lennon. No tiran nada, juntan todo.

Lennon desayuna ligero o desayuna pesado según la cantidad de humo que tenga en los pulmones. Después baja un rato a las oficinas para ver a Yoko Ono en acción. La mira fijamente, no dice nada, se pregunta si la emperatriz habrá consumido heroína y espera a que abran los negocios para gastarse cien mil dólares en cualquier cosa y olvidarse (por unos minutos) de lo mucho que odia a su mujer y lo poco que le gusta su vida. Ha decidido divorciarse.

Para 1978, Lennon ya está cansado de no estar cansado, de no hacer nada. Del éxito de un show musical en Broadway llamado Beatlemania: Beatles falsos llenando todas las noches un teatro cantando las canciones de un grupo que ya no existe. La realidad es una mierda. Nada mejor entonces que el Dream Power. La programación de sueños a voluntad, una forma de autohipnosis. Lennon es un maestro en esta disciplina. Se fuma un carrujo de proporciones considerables, se acuesta, se relaja y se concentra en aquello en lo que quiere soñar mientras cuenta del diez al cero. Por lo general son mujeres. Lennon pasa dieciséis horas al día con los ojos cerrados. Empieza a preocuparse. ¿Habrá algo peor que ser un adicto a los sueños? Yoko Ono le propone que lleve un diario de sueños. No es un buen consejo: cuando Lennon no está soñando, está escribiendo sobre sus sueños. La realidad está en otra parte, lejos. Lennon vive en Strawberry Fields, donde nada es real y no hay nada de qué preocuparse. Es un experto evasor de la realidad.





Así, páginas y páginas de los diarios dedicadas a realidades sexuales y a fantasías fornicadoras. La escapada de Lennon con May Pang, relación "recreativa" aprobada por la misma Ono, a quien el sexo dejó de interesarle por completo (al menos con Lennon) luego del nacimiento de Sean. No alcanza con el Dream Power y Lennon vuelve a encontrarse con May Pang a escondidas. Lennon no puede soportar la culpa y la paranoia. Yoko está en todas partes y lo sabe todo, declara. Ono se dedica a convertirse en sacerdotisa y hechicera. Viaja a Colombia para aprender de Lena, bruja a la que le paga sesenta mil dólares para que le enseñe a maldecir personas. Lennon y Ono viajan a El Cairo en junio de 1979 y pasan una noche dentro de la Gran Pirámide. De regreso reciben una y otra vez la visita de Charlie "El Oráculo" Swan. Otras largas sesiones de Tarot. Lennon saca una y otra vez el naipe de la Muerte. Swan le dice que no se preocupe, que esa carta significa "renacimiento", que "1980 va a ser un año definitorio en su vida".

Bajo la luz y la sombra de la lectura de los diarios de Lennon (según el recuerdo de Rosen), la cantidad de elementos proféticos que manejaba el autor en cuanto a su casi inmediata muerte puede interpretarse de dos maneras. La primera (la más fácil de todas) es suponer que Lennon sabía que iba a morir sacrificado en el altar de la fama porque, después de todo, los Beatles eran más grandes que Cristo y Lennon era Jesús. Lennon como escritor de su propio Evangelio, resignado a convertirse en el mito más grande de todos (más grande que Elvis Presley, James Dean y Marilyn Monroe). Pese a su impacto, el suicidio de Kurt Cobain, más allá de haber funcionado como solidificación profesional de su respectiva viuda, Courtney Love, tiene la sordidez del desencanto grunge y el egoísmo narcisista del fin de milenio.





La segunda manera de entender el final de Lennon (la más difícil de aceptar pero, aun así, la más terrena y verosímil) era que estaba cansado de ser un ex Beatle, de seguir siendo la morsa, de que el sueño hubiese terminado pero la pesadilla continuara. ¿Hay algo más terrible que el aburrimiento? Lennon se había convertido en un hombre de ninguna parte porque no pasaba nada y de ahí su deseo casi reflejo de que algo ocurriera.

Después de la separación de los Beatles, John Lennon aseguró que iba a dejar de componer. Para entonces, su matrimonio con Yoko Ono había dejado como fruto a Sean y Lennon se pasaba las noches bailando con Elton John en la disco Studio 54. Sus problemas migratorios lo distraían y no podía concentrarse en componer. Se la pasaba de gira, dando entrevistas, haciendo conciertos, sin dedicar tiempo a su hijo y, lo peor, sin poder sentarse a hacer canciones. Renegó de su disco Walls and bridges por su baja calidad y tomó su decisión: que Yoko se encargara de administrar sus negocios; él se convertiría en un músico casero.

Para 1980, Lennon comprende que sólo queda volver. Su vida en el edificio Dakota (donde, años antes, Roman Polanski filma El bebé de Rosemary) se refleja en su producción; vuelve a escribir y realiza algunas de sus mejores composiciones. Su morada (vive en el séptimo piso, en un departamento de siete habitaciones) es frecuentada por pocos artistas. Es hasta el lanzamiento de Double fantasy que los reporteros pueden tener acceso a su hogar. Es su último álbum. Incluye en él temas ahora clásicos como "I'm losing you", "Dear Yoko", "Watching the wheels", "Just like (starting over)" o "Woman". Es agosto de 1980. Un nuevo disco. Ono insiste en que sea un disco de los dos. Difícil decirle no a la primero idealizada y luego temida Yoko. Double fantasy sale, entonces, como otro hijo inesperado, y el mundo lo recibe con la felicidad irreflexiva de lo sorpresivo.

El 9 de octubre, John Lennon cumple cuarenta años. Ese mismo día su hijo Sean cumple cinco, y también en esa fecha, pero en Honolulu, un joven fan de los Beatles llamado Mark David Chapman compra un revólver Charter Arms Special .38 en una armería situada a una cuadra de la estación de policía de aquel lugar.

Chapman en Honolulu





Para el día 22 de octubre, Chapman renuncia a su empleo como guardia de seguridad y firma su última salida como “John Lennon”. Inicia entonces su conversión al satanismo. En su casa, su esposa Gloria es testigo de los extraños rituales de Chapman, quien pasa toda la noche escuchando desnudo los discos de los Beatles, mientras les cambia la letra por frases asesinas, que registra en una grabadora, junto con chillidos que recuerdan los de un cerdo. Su violencia se vuelve contra su mujer, a la que golpea. Rompe todas las pertenencias de Gloria. Destruye luego su colección de discos de los Beatles.

Chapman le pide dinero a su suegro y vuela a Nueva York. Se hospeda en el hotel Waldorf Astoria. Va al edifico Dakota y se hace amigo de José Perdomo, el portero, quien le da informes sobre Lennon. Pero el desencantado Chapman no consigue balas para su pistola, porque no la ha registrado.

El 5 de noviembre, Chapman contacta a Dana Reeves, un alguacil de Atlanta, amigo suyo, con quien pasa varios días aprendiendo a disparar. Reeves lo provee con cinco balas expansivas.

Una página del diario de John

Para el día 9, Chapman ve la cinta Gente como uno. El lacrimógeno filme lo hace arrepentirse y, en una llamada muy similar a la que hiciera años atrás a su primera esposa, le marca a Gloria y le dice que estaba en Nueva York para matar a John Lennon, pero que el amor de ella lo ha redimido y ahora no desea hacerlo. Al otro día, Chapman aborda un avión y regresa a Honolulu. Se deshace de su ejemplar de El guardián entre el centeno, pero conserva el revólver.

El disco Double fantasy sale a la venta el catorce de noviembre y es un éxito instantáneo. Se coloca el primer día en el número 25 del Hit Parade. Es el tan esperado regreso de John Lennon. Hay muchos proyectos, entre elos varias sesiones fotográficas de Lennon y Yoko Ono. Poco antes del Día de Acción de Gracias, en la primera semana de diciembre, Lennon y Yoko dan un paseo por Central Park para filmar un comercial promocionando el álbum.

John y Yoko afuera del edificio Dakota

Es diciembre de 1980. En Honolulu, Chapman otra vez es seguidor del escritor J.D. Salinger, cuya deficiente novela El guardián entre el centeno lo inspira para ejecutar un plan macabro, que cambia la historia de la música popular. Ha leído la obra quince veces. Chapman aborda un avión a Nueva York semanas después. Durante el vuelo sigue leyendo a Salinger. El 6 de diciembre, Chapman llega a Nueva York con $5000.00 dólares que le prestó su esposa. Se registra en el YMCA. Chapman va al edificio Dakota y somete a los oficiales de seguridad del lugar a un extenso interrogatorio sobre los hábitos y horarios de John Lennon. Los guardias le dan, increíblemente, toda la información que solicita. ¿Más conspiraciones? Chapman comienza a creerse Holden Caulfield, el protagonista de la novela de Salinger.

Ese día, Chapman conoce a Jeryl Moll y Judith Stein, dos chicas fans de Lennon que lo esperan a la salida del edificio Dakota. Se hacen amigas de Chapman, quien se presenta como un seguidor de los Beatles. Las chicas se van al cine; Chapman se va poco después. Las jovencitas regresan a las 17:15 pero Chapman ya no está. A las 17:30, Lennon sale del Dakota. Se encuentra a las chicas y conversa con ellas un momento. En la noche, en la YMCA, Chapman escucha las voces de dos hombres que planean hacer un trío homosexual con otro amigo. Chapman siente deseos de salir y dispararles, pero se contiene, toma sus cosas y se va. Se dirige al hotel Sheraton, donde se hospeda en la habitación 2730.

Edificio Dakota:

Al otro día de su llegada a Nueva York, el 7 de diciembre, Chapman regresa al edificio Dakota. Adquiere un ejemplar de la revista Playboy, donde se incluye una entrevista con John Lennon y Yoko Ono acerca de la aparición de Double fantasy. También compra otro ejemplar de El guardián entre el centeno y algunas fotografías de Judy Garland en la película El mago de Oz. Regresa luego al hotel Sheraton y llama a un servicio de acompañantes, quienes le envían a una prostituta que lleva un vestido verde.

El lunes 8 de diciembre, hacia las 3:00 de la mañana, la chica se va. Chapman le paga $190.00 dólares. Luego toma su Biblia y, en el Evangelio de San Juan (St. John) aumenta el apellido del músico: “El Evangelio según San John Lennon”.

La biblia de Chapman:

Chapman se duerme temprano y pone su despertador. Se despierta antes de que el reloj suene y tiene la certeza de que aquel es el día indicado. Prepara sus cosas en la habitación del hotel, disponiendo sobre el tocador un disco de Todd Rundgren, las fotos de Judy Garland en El mago de Oz, y el ejemplar de la novela de Salinger, en cuya portadilla escribe: “Esta es mi declaración. Mark David Chapman, el guardián entre el centeno”. Sale y adquiere otro ejemplar del libro.

Son las 9:30 de la mañana. Lennon desayuna y va a cortarse el cabello. Chapman va de nuevo al edificio Dakota. Cuando Lennon regresa a las 10:00, Chapman está leyendo y no lo ve entrar.

A las 11:00, llega de nuevo Judith Stein acompañada de Paul Goresh, un fotógrafo aficionado que siempre toma imágenes de Lennon. Stein le presenta a Chapman, quien lleva en la mano su copia de Double fantasy.

Para las 11:30, Lennon está en una nueva sesión fotográfica con Annie Liebovitz. La fotógrafa le pide a Lennon que se desnude y él lo hace. Ella imprime entonces una placa legendaria, con un John Lennon desnudo, en posición fetal, acurrucado junto a Yoko Ono, quien está vestida. La foto se convertirá en una de las portadas más famosas de la revista Rolling Stone.

Una de las fotos de Annie Liebovitz

Portada de Rolling Stone

Hacia las 11:50, a Chapman le da hambre e invita a Judith Stein a almorzar. Paul Goresh se queda allí hasta que ellos regresan más tarde. A las 12:30, Sean Lennon y su niñera Helen Seaman salen del edificio Dakota. Judith Stein les presenta a Chapman; el asesino de Lennon y el hijo de cinco años de edad de su víctima son presentados.

John y Yoko salen del edificio Dakota el dia del crimen





A las 17:00, al salir de su domicilio, John y Yoko se encuentran en la calle con un joven alto y robusto, quien, animado por Paul Goresh, se acerca a John con su copia de Double fantasy y le dice: "John, acabo de comprar tu nuevo álbum y me encantó. ¿Me lo puedes autografiar, por favor?". Es Chapman. Lennon le firma el disco. El fotógrafo plasma el instante en una placa que será histórica. Chapman le agradece; Lennon le pregunta, misteriosamente: “¿Es esto todo lo que quieres?”. Chapman responde que sí. Lennon repite la pregunta. Chapman contesta “Sí, es todo. Gracias, John”. Lennon se aleja. Chapman mira a Goresh y le dice: “¡Nunca me creerán esto en Hawai!”.

Lennon firmando un disco a su propio asesino

John y Yoko se suben a su limusina blanca y se dirigen a un estudio de grabación llamado Record Plant, ubicado en la Calle 44. Allí, le dan los toques finales a un álbum programado para salir a la venta a principios de 1981.

En el edifico Dakota, apenas dan las 20:00 horas, Paul Goresh se despide y le recomienda a Chapman que se vaya también y ya no espere a Lennon. Chapman le replica: “¿Y si no vuelves a verlo?”.

Mientras, John y Yoko están en el estudio durante cinco horas y media, hasta las 22:30 horas. Entre otras cosas, completan el tema "Walking on this ice", la última canción que Lennon compone y graba, y que se pretende sea un sencillo de Yoko Ono.

Al piano el dia de su muerte

Al salir del estudio, John le dice a su productor, Jack Douglas: "Vamos a regresar a las nueve de la mañana para darle los últimos detalles. Ahora, Yoko y yo nos vamos a casa". Douglas lo nota contento; lleva la copia de la cinta con la nueva canción. John y Yoko salen. A las 22:35, Lennon da el último autógrafo de su vida para Rabiah Vincent, portero de los estudios. Se detienen en un restaurante, donde compran sándwiches y café.

El ultimo cafe

Luego regresan al edificio Dakota en su limusina blanca. Llegan allí a las 23:30 horas. La calle está desierta. La temperatura es de diez grados. John y Yoko bajan del auto y caminan abrazados hacia la entrada al edificio. En un momento, Yoko se adelanta; pasa frente a Chapman y se saludan. Lennon viene detrás, aún con la cinta bajo el brazo. Ve de reojo a Chapman y parece reconocerlo, pero no lo saluda. Sigue avanzando y alcanza a Yoko.

Entrada del edificio Dakota





Apenas da la espalda, una voz gruesa se escucha entre las sombras del patio frontal. Mark David Chapman grita: "¡Oye, John!" al tiempo que se pone en cuclillas. John voltea y Yoko se suelta de él para ver qué sucede o evadir el disparo. Chapman asume la posición de combate de los marines. Yoko mira fijamente al joven que horas antes le pidiera el autógrafo a Lennon y que ha esperado allí durante horas hasta su regreso. Chapman dispara cinco veces y las cinco balas expansivas que le diera el alguacil hacen blanco. Después suelta el arma. El portero José Perdomo patea el arma entre unos arbustos.

El actor Jared Leto en el papel de Chapman disparando

Lennon grita "¡Me han disparado!" y avanza tambaleándose algunos metros hacia el puesto de los oficiales de seguridad, que le dieron a Chapman todos los datos sobre sus horarios, entradas y salidas. No llega hasta allí. Se desploma en el piso mientras Yoko grita “¡Disparan! ¡Llamen a la policía!”. El guardia de seguridad Jay Hastings llama al 911 y cuarenta y cinco segundos después, una patrulla que se encuentra a dos cuadras llega al edificio. Para entonces, varias personas que han presenciado lo ocurrido desde lejos corren hacia Yoko, quien grita pidiendo ayuda. Lennon le dice: "¿Por qué ahora? Ahora no..." Chapman permanece de pie, mirando la escena. Luego se esconde en un callejón. A quince metros hay una estación del metro, pero Chapman no huye. Uno de los policías, Steven Spiro, entra al callejón y lo encuentra de espaldas y con las manos levantadas. Lo sujeta por el cuello y lo somete.

Yoko Ono tras el atentado

Llegan más patrullas con elementos de la delegación de policía de la Calle 82. Varios agentes sujetan al inmóvil Chapman, quien les indica que el abrigo tirado en el suelo y el ejemplar del libro de Salinger son de su propiedad. Los policías lo esposan, lo meten a la patrulla y se lo llevan a la delegación. Uno de los agentes lo maldice. Otros van hacia Lennon. Han solicitado una ambulancia, pero el músico está perdiendo demasiada sangre. Yoko Ono levanta los lentes de Lennon, que están llenos de sangre, y los guarda. Un oficial llamado John Moran decide llevarlo al hospital en su patrulla. Pasa sus brazos por la espalda de Lennon para ayudarlo a levantarse. Mientras lo hace le pregunta: "¿Es usted John Lennon?". Agotado, éste sólo tiene fuerzas para asentir. Moran acomoda a Lennon en el asiento trasero de la patrulla y lo lleva al Hospital Roosevelt. En otra patrulla, el oficial Anthony Palma se encarga de trasladar a Yoko Ono, quien es presa de la histeria. Lennon aún está vivo y se queja constantemente. Tiene los ojos cerrados y [b][/b]respira con dificultad. Al llegar al hospital, deja de respirar. Lo bajan y lo meten a la sala de emergencias. Los médicos y las enfermeras no saben quién es hasta que lo desvisten, toman su cartera repleta de dinero y ven su identificación. Aún así, no lo creen; piensan que es un homónimo. Entonces llega Yoko Ono y la sorpresa las congela. En el hospital, se encuentra un productor de la ABC, quien se entera de lo ocurrido y avisa a la televisora. El conductor Howard Cossell interrumpe entonces un programa deportivo y da la noticia del atentado.

Chapman bajo arresto

Stephen Lynn, director médico de dicha área, trata desesperadamente de restañar la sangre perdida y de conseguir que Lennon vuelva a respirar. Se le muere una leyenda. Le hacen transfusiones y lo meten al quirófano, le practican una toracotomía, pero todo es inútil: fallece a los pocos minutos. En su cuerpo hay siete orificios de bala, pues dos de ellas lo traspasaron. Tres balas dieron en su pecho (una destrozó parte del corazón y dos le pulverizaron el brazo izquierdo al salir por su costado). Otras dos lo hirieron en la espalda y perforaron sus pulmones.

El cadáver de John

Certificado de defuncion de John Lennon

Para cuando la noticia de su muerte se hace oficial a las 23:50, más de seiscientas personas se congregan frente al edificio Dakota y encienden velas. Están allí, cantando temas de los Beatles y del propio John durante toda la noche.

Instante en que los noticieros dan la noticia de la muerte de Lennon

Cientos de personas fuera del edificio de Dakota



El martes 9 de diciembre, Ringo Starr y su esposa Barbara llegan a Nueva York. Hablan desde un teléfono público en el aeropuerto para ofrecerse a cuidar a Sean y acompañar a Yoko, quien accede. En el hospital, mientras tanto, las líneas telefónicas están saturadas de gente que formula preguntas inverosímiles, como si se congeló el cuerpo de Lennon, si se rescató su cerebro, si se guardaron muestras de su esperma. Y los periódicos de todo el mundo se hacen eco de la noticia.

Los titulares:



















Yoko pide que lo incineren y que no se revele el lugar donde sus restos reposarán. Pero, antes de cualquier movimiento, un empleado de la morgue consigue tomarle una fotografía al cadáver, misma que vende a los tabloides en diez mil dólares. También se venden copias de su acta de defunción. Por ella se sabe que el evento será el 10 de diciembre en el Crematorio Ferncliff, en Ardsley, Nueva York. El director de dicho crematorio, Frank E. Campbell, se negará a proporcionar mayores datos.

El testamento de John Lennon

Como contraste, en París miles de jóvenes se reúnen en la Torre Eiffel para cantar temas de Lennon; y en las dos Alemanias es igual: cientos de chicos se congregan en ambos lados del Muro de Berlín e interpretan los temas de los Beatles y de John Lennon.

El 14 de diciembre, diez días antes de Navidad, Yoko Ono pide diez minutos de silencio como homenaje. En todo el mundo, miles de personas se unen en este homenaje. Inclusive, docenas de radiodifusoras salen del aire durante diez minutos. En Central Park, frente al edificio Dakota, se crea Strawberry Field, un sitio especial en memoria de Lennon con una enorme placa en el suelo que dice: "Imagine".

El sitio del crimen





Un individuo, entusiasta de la música de The Beatles, encuentra, poco después del homicidio, el álbum que Lennon le firmara a Chapman oculto en una zona del jardín a la entrada del edificio, y posteriormente lo entrega a la policía, que lo utiliza como una de las pruebas acusatorias contra Chapman. Las autoridades le devuelven posteriormente el disco con una nota de agradecimiento a la persona que lo encontró, quien años después lo pone a la venta por medio millón de dólares. El disco alcanza gran notoriedad al aparecer desde entonces en la prensa y televisión imágenes de Lennon firmando el álbum a Chapman. Durante la subasta del álbum, se especifica que contiene “la dedicatoria, de puño y letra, que Lennon le hizo a su asesino, así como las huellas dactilares de Chapman”.

El album Double Fantasy autografeado por Lennon para Mark Chapman

Chapman es juzgado y se declara “inocente por demencia”. Internado en la Isla Ryker, recibe un mensaje de Dios, quien le pide que se declare culpable, así que obedece. Es condenado a cadena perpetua. Trasladado en una camioneta sin ventanas, cubierto por chalecos antibalas y con guardias portando armas automáticas, es llevado a la prisión de Attica, donde cumple su sentencia. Allí, según sus custodios, se vuelve loco: agresivo, incoherente, iracundo.

Chapman en prision

Intercambia luego correspondencia con el policía Steven Spiro, el mismo que lo detuvo, y en una de sus misivas le revela (según Spiro) que entre sus planes estaba asesinar a Johnny Carson, George C. Scott, Walter Cronkite, Jackie Onassis y Marlon Brando. Mientras, Gloria Chapman se mantiene fiel a su marido, le hace visitas conyugales cuatro veces por año y declara ante los medios de comunicación que “una vez que alguien se casa, es para siempre”.

Para 1981, Yoko Ono lanza un disco titulado Season of glass, cuya portada es un vaso con agua junto al que reposan los lentes de Lennon manchados de sangre. Al fondo se ve la ciudad de Nueva York. Yoko recibe docenas de amenazas de muerte.

Chapman es exorcizado por un sacerdote en 1985. Afirma que cinco demonios salieron de su interior. Y en 1996, un compañero de celda de Chapman declara que el asesino de Lennon planeaba matar a los otros tres ex Beatles (Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr). Afirma que éste continúa obsesionado con ellos y que lleva un tatuaje en su brazo derecho, compuesto por el nombre de John Lennon, la palabra Lonely, dos corazones, una pistola y las siglas FFYN que significan "Fab Four Your Next" ("Fabulosos cuatro, ustedes son los siguientes", refiriéndose al cuarteto de Liverpool.

Chapman en 1998

De acuerdo con tan surrealista versión, el asesino tiene colgadas en las paredes de su celda imágenes de los Beatles y una fotografía de Lennon muerto. Según su compañero de celda, Chapman "considera que el resto de los miembros del grupo deberían morir, porque utilizan la muerte de Lennon para ganar dinero".

Chapman en el 2003

Chapman le declara al jurado: "He puesto el último clavo en el ataúd de los años sesenta. Era una trampa. No quería su autógrafo, quería su vida. Y terminé obteniendo ambas cosas. Había una voz en mi cabeza diciendo ‘hazlo, hazlo’. Lean El guardián entre el centeno. Allí están todas las respuestas. Léanlo y lo comprenderán todo".

Cuento escrito y publicado por Chapman

Tras esta declaración, algunos beatlemaniacos advierten que, de encontrar a Chapman libre en las calles de Estados Unidos, lo matarán. Varios artistas plásticos y caricaturistas toman la muerte de Lennon como motivo para sus obras; algunas son homenajes, otras se muestran muy agresivas.

Cuando se le pregunta acerca de la muerte de Lennon unos pocos días después de sucedida, el entonces presidente Ronald Reagan lleva su mano a la oreja, levanta los hombros y sonríe, diciendo algo afablemente inaudible a la multitud de reporteros. Obviamente, no le importa. Para entonces, el precedente que sentó Mark David Chapman como magnicida artístico ha dado frutos: el 30 de marzo de 1981, John Hinckley, obsesionado con la actriz Jodie Foster y con su papel como prostituta en la película Taxi driver, decide asesinar al entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, con el fin de impresionar a su amor imposible. Le dispara cinco veces, pero no logra su cometido, aunque hiere en la cabeza al Secretario de Prensa de la Casa Blanca, James Brady, a un policía y a un custodio. Hinckley se declara admirador de Chapman e incluso visita el edificio Dakota en repetidas ocasiones. Poco después, en 1982, otro hombre también obsesionado con la actriz Jodie Foster intentó asesinarla, motivo por el cual ella abandonó Estados Unidos durante muchos años.

El asesino John Hinckley

Años después, Robert John Bardo, asesino de la actriz Rebecca Schaeffer, le escribe a Chapman a la cárcel antes de cometer el homicidio y le pide consejos. El 17 de julio de 1989, Bardo acribilla a Schaeffer. Poco antes, ha realizado, igual que Hinckley, una extraña peregrinación hasta el edificio Dakota.

Robert Bardo: Matar a las estrellas

Tras el asesinato de Lennon, la paranoia invade a George Harrison, quien se compra una isla, la fortifica y se recluye en ella como en una fortaleza. Sale de allí años después, para ser víctima de un atentado perpetrado por Michael Abraham. El abogado defensor del frustrado homicida pinta a su cliente como a un tipo torturado, que cree que los Beatles eran brujos y que él tiene que matar a Harrison por orden de Dios. El jurado le cree y eso lo salva de ser declarado culpable de dos cargos de intento de homicidio contra Harrison y su esposa Olivia, a quienes ataca a cuchilladas después de entrar a su casa la noche del 30 de diciembre de 1999. Tampoco los McCartney se salvan y Linda, esposa de Paul, casi es secuestrada a mediados de los noventa. Años después muere de cáncer y la leyenda negra de los Beatles sigue creciendo. Mientras tanto, Chapman comienza a recibir cartas de admiradores y amenazas de muerte. Para enmendarse y expiar sus culpas, coordina un video y un periódico cristianos.

Lennon muere en el instante preciso en que todos empiezan a pensar en aquello del traje nuevo del emperador debajo de ese sonido chocante y esa producción brillosa que anuncia el pop de los ochenta y que hoy suena más viejo y fuera de lugar (los demos incluidos en The Beatles Anthology son muy superiores) que cualquiera de los tracks de Revolver o Rubber Soul.

Difícil y sencillo imaginar qué hubiera sido de Lennon en los ochenta y los noventa. Cuesta poco pensar en un divorcio de Yoko Ono y en alguna reunión (benéfica o millonaria, da igual) con los Beatles. Los ochenta fueron los años yuppies de reunirse por una buena causa y los noventa fueron los años milenaristas de juntarse por si todo se acababa en cualquier momento. La moda retro lo hubiese rescatado. El retorno a la gloria del pop británico luego de los baldíos años setenta hubiera encontrado al Beatle John, seguro, trepándose a los escenarios de Oasis, Blur y Gorillaz, mientras que (quién puede dudarlo) Lennon hubiese sido un mucho mejor Travelling Wilbury que George Harrison a la hora de unir su voz a la de Bob Dylan, Tom Petty y Roy Orbison. Duetos con Eric Clapton, opiniones sobre el neozapatismo y el subcomandante Marcos, protestas contra la situación en Sarajevo y Kosovo, conciertos con Bono y U2, y quizás con Frank Sinatra; tal vez algo benéfico para las víctimas del once de septiembre, o quizás la justificación de los atentados contra el World Trade Center. Algunos soundtracks para filmes de culto. Con los años, Lennon hubiese recuperado el filo y envejecido como un licor noble y amargo. Por lo menos, a uno le gusta pensar que así habría sido.

Lo que queda como despedida tangible a tanta hipótesis es más bien pobre y triste y débil. Entre el fárrago meloso y las apologías matrimoniales de Double fantasy (y del apresurado y desprolijo sucesor postmórtem que fue Milk and honey) destacan las canciones "Watching the wheels", "Nobody told me" y "I don't wanna face it", sentidas postales desde la retaguardia firmadas por un paranoico de cuidado. Y queda, desde 1985, la sección Strawberry Fields en Central Park, donde árboles y plantas de todos los países del mundo crecen juntos en una hermandad vegetal, mientras una piedra tiene grabada la letra de “Imagine”.

Una página en Internet afirmaba que Lennon está vivo, que todo fue un montaje. Que la CIA le perseguía porque había descubierto que en los sesenta había apoyado a un grupo hippie que luego devino en una banda terrorista, quienes volaron un Boeing lleno de gente. Eso y el expediente del FBI donde se le relacionaba con el IRA lo terminaron de convencer: Lennon simuló su asesinato con ayuda de Yoko y la Yakuza, la mafia japonesa, a cambio de un montón de pasta y parte de sus derechos de autor. Al parecer, el tipo quiso seguir haciendo música y estuvo detrás de gente como Beck, el intérprete del tema "Loser"; existe una cancion de Beck en la que, si se toca al revés, se escucha "John is alive, he's just kidding". Y en el CD Maxi de Devil Haircut, si se espera varios minutos cuando acaba, surge un ruido que si se graba es un programa para Spectrum, en el que al correrlo aparece Lennon sonriendo y la leyenda "Just Kidding". Finalmente, en el álbum blanco de los Beatles hay una canción que afirma: "Some day, I'll be Beck". Esta y otras historias esquizofrénicas (como que la CIA asesinó a Lennon, que fue un plan de Yoko Ono y su amante, o que el autor intelectual fue Paul McCartney) están ligadas al rumor paranoico de que Lennon vive y que, seguramente, se toma los domingos algunas cervezas con Elvis.

La meta del Proyecto de la Inteligencia Artificial de John Lennon (JLAIP, por sus siglas en inglés) es reconstruir la personalidad del último Beatle, usando tecnología del corte y pega de la computación, la psicología y la historia. Este robot altamente avanzado se programó con los propios pensamientos y las palabras de John según lo expresado a los que le conocían. De acuerdo con el Dr. Richard Wallace, cerebro del asunto, iniciar la investigación y los descubrimientos del Triumph PC's lleva esta tecnología a un nuevo nivel, haciendo posibles las llamadas Personabots (programas habitados con personalidades únicas), que derivan en los Chatbots (sesiones de chat con personalidades robóticas, en este caso, John Lennon). Con ello, se borra la línea precaria entre el hombre y la máquina.


La historia de los Beatles (y la de Lennon) sigue avanzando y se sigue escribiendo. Nuevos temas se comercializan (algunos con la presencia ectoplásmica de Lennon en las delicadas y ligeras "Free as a bird" y "Real love"; Paul McCartney lanza un disco de ofensiva portada llamado Paul is live (Paul está vivo) en el que retoma la célebre carátula del álbum Abbey road, y en el lugar que ocupara Lennon se ve a un perro lanudo; el escritor T.M. Wright dedica su extrañísima novela de terror Cuento infantil a la memoria de John Lennon; Lennon es elegido como el artista de rock más importante del siglo, Paul McCartney queda segundo; se publica un libro titulado (otra vez) The Beatles Anthology en formato de lujo, donde por primera vez son los miembros del grupo quienes cuentan la historia del milagro, la agonía y el éxtasis. Yoko Ono (por supuesto) es la encargada de editar el cuarto que le corresponde a Lennon y, cabe suponerlo, nada del contenido de los diarios de su difunto esposo encuentra lugar ahí dentro.

Sir Paul McCartney declara a la prensa que le pidió a su hijo que, cuando decida darle un nieto, lo bautice como Lennon. "Así, se llamará Lennon McCartney". Fidel Castro se toma una fotografía junto a una escultura de Lennon que inaugura en un céntrico parque de La Habana y declara: "Creo que lo que ante mis ojos lo engrandece es su pensamiento, sus ideas, que empiezo a conocer ahora", mientras sonríe a la cámara y a la posteridad hombro a hombro con Silvio Rodríguez. Yoko Ono afirma que si Lennon estuviera vivo le gustaría Internet, las nuevas tecnologías y los últimos ritmos como el funky y el punky, y añade: "Casi puedo verlo convertido en el primer rapero blanco". También edita un álbum con cuatro CD’s con demos, covers, tomas previas y versiones alternativas del repertorio básico del ex Beatle: The Lennon Anthology.

El odio contra Mark David Chapman hace que el jurado le niegue la libertad condicional, tras la intervención de Yoko, en 2000. La BBC de Londres da a conocer que los 150 ladrillos pertenecientes a una pared de la casa de Lennon van a ser rematados por Internet; lo recaudado es donado a instituciones de caridad. En Rusia, bautizan una de las nuevas calles de la ciudad de Cheliabinsk, en los Urales, con el nombre de John Lennon; las autoridades del lugar toman esta decisión al recibir numerosas llamadas de los habitantes de la ciudad que proponen conmemorar de este modo el sexagésimo aniversario del nacimiento del músico y el vigésimo de su asesinato. Como respuesta, Paul McCartney envía un e-mail a Cheliabinsk en el que agradece a los habitantes de la ciudad el tributo. Poco después, el primer museo del mundo dedicado oficialmente a Lennon se inaugura en la localidad japonesa de Saitama, a unos 25 kilómetros de Tokio.

George Michael compra el piano en que Lennon compuso "Imagine" en más de dos millones de dólares. La hermana de Lennon, Julia Baird, planta un roble en los Jardines de la Paz, muy cerca de donde jugueteara el niño que se convertiría en una leyenda de la música contemporánea. Mark David Chapman dice que merece ser ejecutado por asesinar al ex Beatle, pero afirma que Lennon, siendo un liberal, probablemente querría que lo liberaran de la cárcel. Yoko Ono demanda a una empresa de metro japonesa por haber utilizado la imagen de Lennon impresa en sus boletos. Lennon resucita en 2001 a través de una inteligencia artificial y chatea animadamente con quienes se dejan. George Harrison muere en Los Ángeles el 29 de noviembre de 2001, víctima del cáncer, y el mundo no se conmociona, pese a que el médico que lo atiende lo forza a que, moribundo, le firme una guitarra que intenta subastar tras la muerte del ex Beatle. El colofón es la llegada de Chapman al celuloide, a través de la cinta Capítulo 27, que se estrena en 2007. Otra cinta es El asesinato de John Lennon (The Killing of John Lennon). Muchos seguidores de Lennon boicotean ambas películas. Pero una canción de Def Con Dos define todo en su estribillo: “¡La culpa de todo la tiene Yoko Ono! ¡La culpa de todo la tiene Yoko Ono!”

Historia, escándalo, paranoia, homicidios, demandas y contrademandas, un negocio de miles de millones de dólares, rumores y cariño, manipulación e influencia mediática, literatura y ciencia ficción. The Beatles siguen siendo, como siempre, el centro de la polémica más bizarra. Pero, también, la inspiración para millones de personas. En palabras del escritor Hugo García Michel: “Ahí están sus discos, ahí están sus imágenes, ahí están sus letras y declaraciones, ahí está el legado de la agrupación que detonó la revolución más profunda de cuántas ocurrieron durante el siglo XX. No se les podía exigir más”.

Fuente: Taringa.net

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